En resumen, vivimos en crisis

La agtiación de los mercados financieros, el crecimiento más lento en los países de ingreso alto y el aumento de la inflación han menoscabado las perspectivas de crecimiento a corto plazo de los países en desarrollo.
La mayoría de los países ha demostrado una resistencia extraordinaria en este medio agitado, y se prevé que el crecimiento del grupo de países en desarrollo se reduzca del 7,8% en 2007 al 6,5% en 2008, lo que sigue representando un crecimiento sólido.

Sin embargo, es probable que en los países vulnerables que dependen de los flujos de capital extranjero se registre una desaceleración más marcada.
Asimismo, a pesar de un notable crecimiento de la producción a nivel agregado, el aumento de los precios de los alimentos y la energía ha hecho que se redujeran los ingresos reales y que de esa manera aumentaran considerablemente las penurias de los muy pobres, especialmente de los centros urbanos.

No todas las noticias son desalentadoras.
En algunos aspectos, la desaceleración de la economía mundial es bienvenida, al producirse tras varios años de crecimiento muy rápido y señales crecientes de sobrecalentamiento, como lo demuestran el aumento extraordinario de los precios internacionales de los productos básicos y las presiones inflacionarias excesivas en varios países.

Además, la atonía de la demanda interna en los Estados Unidos, junto con la depreciación del dólar, está contribuyendo a resolver desequilibrios mundiales de larga data.

El déficit en cuenta corriente de los Estados Unidos se redujo del 6,2% en 2006 al 4,9% del PIB en el último trimestre de 2007.
Estos factores son un buen augurio para las perspectivas de largo plazo, una vez que el actual ajuste cíclico —intensificado por la constante agitación financiera— llegue a su fin.

Sin embargo, ahora más que en ningún otro momento de los últimos años, la incertidumbre en torno a las perspectivas es muy acentuada y se inclina a la baja.
La agitación de los mercados financieros se ha pronunciado desde fines de 2007.

Los principales bancos, sociedades de valores y garantes financieros han anunciado pérdidas cuantiosas de valoración de las hipotecas y otros activos, las que han representado una carga excesiva en sus balances generales.
La consiguiente restricción de las condiciones del crédito, y la alteración del sistema financiero en términos más generales, han sido sentidas en forma más directa por las economías de ingreso alto, especialmente la de Estados Unidos, donde el sector de la vivienda ha sufrido la mayor parte de las consecuencias de la crisis de las hipotecas de alto riesgo.

La desaceleración en los Estados Unidos y gran parte de Europa parece haberse intensificado desde fines de 2007, y ahora se prevé que el crecimiento del PIB de los países miembros de ingreso alto de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) será del 1,5% en 2008, o sea un punto porcentual menos que en 2007.
Se prevé que el crecimiento en los países en desarrollo se desacelere en 1,3 puntos porcentuales en 2008, aunque al ritmo previsto de 6,5%, el crecimiento se mantendrá muy por encima del aumento promedio de las décadas de 1980 (2,9%) y de 1990 (3,8%), e incluso del período más reciente de 2000-05 (5,3%).

Asimismo, el constante vigor de la demanda interna y las importaciones de los países en desarrollo están contribuyendo a atenuar los efectos mundiales de la desaceleración en los países de ingreso alto.
Las importaciones de los países en desarrollo se han convertido en una fuerza propulsora cada vez más importante del crecimiento mundial.

Más de la mitad del crecimiento de la demanda mundial de importaciones tiene ahora su origen en los países en desarrollo. En parte como consecuencia de esto, las exportaciones de los Estados Unidos y, en menor medida, las exportaciones europeas han experimentado un rápido aumento, lo que ha contribuido a moderar su nivel de disminución del crecimiento del PIB.